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26 de diciembre del 2022. 20:16
NUESTRA INFANCIA NOS DETERMINA COMO ADULTOS
¿Sabías que lo que vivimos en nuestra infancia decreta nuestra forma de afrontar el mundo de adultos?
#ActualidadMagister
¿Sabías que lo que vivimos en nuestra infancia decreta nuestra forma de afrontar el mundo de adultos? Cada recuerdo, trauma, sueño, alegría o dolor de la infancia establece una pauta muy significativa en nuestra personalidad futura. A pesar de que nuestra mente borre muchos momentos, nuestro subconsciente siempre atesora nuestras vivencias en algún rincón desconocido.
Tanto es así que, en las terapias psicológicas –sobre todo a través del psicoanálisis de la infancia-, los terapeutas pueden explicar y determinar compartimientos herméticos de un adulto. Es decir, un miedo irracional a los perros, puede devenir de que, siendo pequeños, nos ladrara incesantemente el peludo de la vecina.
El entorno de nuestra infancia nos moldea
Lo que hacemos/vivimos durante la infancia construye nuestra personalidad del futuro. El entorno nos moldea. Y, lo que experimentamos, genera en nosotros una respuesta clara: lo que se vive de pequeño construye la adultez. Numerosos estudios avalan que el problema no se origina solo de lo que vivimos, sino de la forma en la que canalizamos dicho aprendizaje. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Haifa, observó que los niños huérfanos o los hijos de padres divorciados tenían más problemas en mantener, en su etapa adulta, relaciones de pareja.
Aprendizajes normativos y hechos traumáticos en la infancia influyen en la edad adulta
Lo que aprendemos puede venir a través del aprendizaje normativo de todo niño, o irrumpir en nuestra vida a raíz de un hecho traumático. En este sentido, un estudio elaborado por el instituto de psiquiatría del King’s College London, examinó a más de 23.000 personas con depresión y determinó que, la mayoría de ellas, coincidía en cuatro indicadores de maltrato en su infancia: abuso físico, verbal y sexual; malos cuidados y desentendimiento de los padres; rechazo de la madre y una exigencia exacerbada por parte de uno de los progenitores.
Como vemos, nuestras acciones adultas no surgen simplemente por combustión espontánea, todo tiene un porqué detrás. Por ello, debemos cuidar la infancia de cada niño y niña como si fuera un tesoro. Puesto que, lo que saque de ella, determinará como se forjará ese adulto que, posteriormente, será una parte activa e imprescindible de nuestra sociedad.
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